viernes, 9 de noviembre de 2007

te juro que esta vez no pensé en nada


Hoy te vi, con las pupilas fijas entre el carro y el andén.
Permití a mis sentidos detenerse por más de un segundo, para después multiplicarse por diez.
No alcancé a salir del tren. Esperé a la estación siguiente y sin pensarlo dos veces salí convulsionando por las puertas, el metro me expulsó de sus dominios.
Di la vuelta completa y volví al punto de encuentro, donde esta vez solo yo te encontré.
Y salí a las calles corriendo, afirmando la mochila, y corrí cuadras y cuadras sin aceptar que te habías perdido. O sin querer creer que estabas esperando el tren hacia el otro lado y yo en vez de esperarte, regresé en el coche contrario.
Ni siquiera sabia que iba a decirte, solo te habría agarrado del brazo, y mientras recuperaba la respiración por el trote habría permitido que me preguntaras el porque de mi presencia, yo solo quería responderte en medio de mis suspiros cansados… que no sabia, que no me di cuenta, que solo corrí obedeciendo a los impulsos de mi alma. Esta vez, solo por esta vez te juro que no pensé en nada.
Quizás te habría robado alguna sonrisa, o algunas aspiradas de humo a un cigarro arrugado y humedecido en llovizna.
Después de paralizar mi vida por esos diez largos minutos, con las manos temblorosas y rojas saque una moneda de mi bolsillo, y en el teléfono público de una esquina, ya para mi conocida, me sentí feliz, suicida, de sentir una voz conocida al otro lado del auricular diciendo: quédate ahí, te vamos a buscar